Uno de los cuentos más tristes y pesimistas de toda la historia es el cuento de la lechera.
Seguro que lo conoces.
El cuento de la lechera habla de una mujer que iba al mercado con un cántaro de leche e iba pensando en todo lo que iba a hacer con el dinero que le dieran por la leche.
Iba a comprar huevos, criar gallinas, vender las gallinas, luego comprar un cerdo, criarlo, venderlo etc.
Era un buen plan, pero a veces los planes no salen como nosotros esperamos.
Resulta que mientras iba al mercado con la leche, se tropezó y se le vertió toda la leche.
Adiós a los huevos, a las gallinas y a todo lo demás.
Y ya está, ese es el final.
Este es el peor cuento que se le cuenta a los niños porque la moraleja es que si tu plan fracasa, ese es el final.
Pero no es el final, solo es la realidad.
¿Cuántas veces se interpone la vida en algo que tenías perfectamente planeado?
La vida es, por naturaleza muy caótica e impredecible.
Solo tienes que mirar cómo funciona la naturaleza.
En estos momentos hay gente terriblemente afectada especialmente en la zona de Valencia (España) debido precisamente a esta fuerza inquebrantable de la naturaleza.
A eso y a la incompetencia aberrante de unos gobernantes inútiles y caraduras.
Pero volviendo al tema, las complicaciones son cosas que pasan, y que no pasan cuando nosotros queremos o de la forma que queremos.
Pasan y ya está.
Ahora todo el mundo quiere seguir un plan.
Tener todo planificado al milímetro.
Como la lechera.
Pero, ¿Qué pasa si te tropiezas? ¿Qué pasa si las cosas no salen como esperabas?
La mejor habilidad que puedes aprender, no es seguir un plan, es la habilidad para ajustar el plan.
Eso es lo que te da confianza ante la presión y te hace ser mejor.
Las respuestas mecánicas no hacen eso.
Todo el mundo últimamente es extremadamente rígido y tiene una excesiva confianza en «sus planes», pero a veces tienes que poner el plan a un lado y confiar en tus instintos.
El problema es que cuando la gente quiere confiar en sus instintos, se dan cuenta de que no pueden hacerlo porque les falta práctica.
Si eres un escritor y quieres publicar un libro, estarás escribiendo cada día. Esa es la práctica.
Puede que un día no te funcione el ordenador y tengas que ajustar tu plan y escribir a mano, pero al final, sigues haciendo girar la rueda de la práctica.
Si lo que quieres es mejorar tu composición corporal y cuando vas al gimnasio la máquina del ejercicio que tienes que hacer está rota, tendrás que ajustar tu plan y hacer otro ejercicio en lugar de ese que tenías planeado.
Cuantos más entrenamientos hayas hecho, más práctica tendrás y más capacidad tendrás para escoger un ejercicio alternativo que sea adecuado.
Y eso es gracias a la práctica, no al plan.
Los planes son una herramienta importante, pero solo hasta donde hayas agudizado tus instintos, y eso sucede a través de la práctica.
A todos nos encanta que los planes salgan bien, ya lo decía Hannibal del Equipo A, pero lo cierto es que casi nunca sucede así.
Siempre hay contratiempos y cuanto más agudices tus sentidos para flexibilizar tu plan, más podrás avanzar.
Y eso es gracias a la práctica.
Cuantos más entrenamientos hagas.
Cuantas más comidas saludables consumas.
Cuantas más horas de sueño diarias tengas.
Cuanto más hidratado te mantengas.
Todo esto te hace acumular práctica. Sin la práctica, no hay ningún plan que valga.
No vuelvas a creer en el cuento de la lechera.
Cuantas más veces vayas al mercado, mejor conocerás el camino y menos veces tropezarás.
Pero el cuento no puede terminar con un cántaro roto y la leche derramada por el suelo.
Es la peor enseñanza que puedes darle a tus hijos.
Y bueno, una de las mejores cosas que puedes enseñarles a tus hijos es mostrarles el valor de la práctica y no solo del plan.
Y si quieres descubrir cuál es el mejor plan posible para ti, puedes hacer una auditoría metabólica para saber cuáles son tus mayores prioridades y que puedas afrontarlas de la manera más eficiente posible.
Demuéstrale a tus hijos que el cuento de la lechera está equivocado y conviértete en un ejemplo para ellos a través de la práctica. Te aseguro que cada vez te tropezarás menos