Todos nosotros escuchamos historias a diario. La mayoría de ellas las olvidamos, pero otras permanecen con nosotros el resto de nuestra vida. Muchas veces olvidamos incluso de donde vienen, pero su mensaje se queda grabado en nuestro interior para siempre.
Esta historia que voy a compartir contigo es una de esas, cuyo mensaje no olvido nunca. Es la historia del elefante encadenado, que estoy a punto de contarte. No se de donde viene esta historia y ni si quiera se si ésta es la historia original, solo se que su mensaje me influyó mucho en su momento y espero que también te influya y te guíe a ti.
Hace muchos años, un padre y su hijo pequeño paseaban juntos y caminaron junto a un circo ambulante que acababa de llegar a la ciudad. Lo que más llamó la atención del niño fueron los animales, y más concretamente el elefante.
El niño estaba acostumbrado a ver en la tele a elefantes grandes, con un peso, un tamaño y una fuerza descomunales. Pero en este circo solo había una cría de elefante con una mancha muy característica en una se sus patas. No tenía nada que ver con los elefantes adultos. Este elefante era pequeño, débil e indefenso y estaba atado con una simple cuerda a un árbol. El elefante hacía todo lo que podía para escapar y soltarse de la cuerda. Tiraba con todas sus fuerzas para romper la cuerda pero no lo conseguía.
Esto impresionó mucho al niño que se quedó embelesado mirándolo y deseando que el elefante pudiera romper su atadura para poder ser libre. Pero el elefante no tenía aun la fuerza suficiente como para librarse de esa simple y frágil cuerda.
Durante todos los días que estuvo el circo en la ciudad, el niño le pedía a su padre que le llevara a ver el elefante todos los días después del colegio. El elefante siempre estaba haciendo lo mismo, tirando con todas sus fuerzas para soltarse de la cuerda, pero sus esfuerzos eran en vano. Cada día que pasaba el elefante parecía más agotado, se despertaba cada mañana con el único objetivo de romper la cuerda, pero no lo conseguía y su energía se iba agotando.
A los pocos días, el circo se marchó de la ciudad y el niño no pudo volver a ver al elefante hasta unos años después cuando el circo volvió de nuevo a su ciudad. Cuando el circo volvió, el niño le pidió a su padre que le llevara a ver a su amigo el elefante, pero el elefante que vio era uno muy distinto al que estaba acostumbrado a ver. Era un elefante grande y pesado, ahora ya si se parecía a los que estaba acostumbrado a ver por la tele. Cuando vio la mancha en su pata, el niño supo que se trataba del mismo elefante, solo que ahora ya no era un bebé, era un elefante fuerte y poderoso, pero sorprendentemente seguía atado con la misma cuerda ridícula al mismo árbol. Esto fue muy impactante para el niño porque cualquiera podría ver que el elefante tenía ahora fuerza de sobra para romper la cuerda con un leve movimiento. Pero aun así no lo hacía.
Esto era muy difícil de comprender para el niño, que acabó por pregutarle a su padre:
-Papá, ¿Por qué no huye? ¿Por qué no rompe la cuerda?
Y el padre le contestó:
-No escapa porque ha estado atado a la misma cuerda desde que era muy, muy pequeño. ¿Te acuerdas de cuando era un bebé? Todos los días trataba de soltarse de la cuerda, se dormía agotado intentándolo y al día siguiente lo volvía a intentar, y al siguiente y al siguiente… Hasta que un día, se dio por vencido. Ya no volvió a intentarlo, no volvió a poner a prueba su fuerza. Volver a tirar de la cuerda le hace recordar todas aquellas veces que lo intentaba y no lo consiguió y al final aceptó esa impotencia y se resignó a su destino. Aunque parezca mentira, el elefante no huye porque cree que no puede.
Todos nosotros somos como ese elefante del circo, vivimos encadenados a nuestros pensamientos que nos quitan la libertad. Pensamos que no podemos hacer algo, porque una vez, hace mucho tiempo no pudimos conseguirlo y sin darnos cuenta nos rendimos antes de intentarlo de nuevo. Miramos de reojo la cuerda que nos ata y pensamos «nunca pude conseguirlo y nunca podré».
Si siempre has tenido sobrepeso y has intentado todo para eliminarlo sin éxito, seguramente creas que no puedes lograrlo y te resignes a pensar que no hay una solución para ti, que estás condenado o condenada a vivir así para siempre. Lo mismo pasa si siempre has querido ganar masa muscular y nunca lo conseguiste. Seguramente pienses que ganar músculo es una tarea imposible para ti, que no tienes buena genética o que no tienes las condiciones suficientes.
Ahora tienes que verlo desde la perspectiva del niño. Para el niño, la cuerda era ridícula en comparación con el tamaño del elefante y tú tienes que hacer lo mismo. La cuestión no es ver a la cuerda como algo frágil y sencillo de romper, la cuerda será dura, será gruesa y tendrás que trabajar mucho para romperla, te lo garantizo. Pero el truco es verte a ti mismo como alguien mucho más poderoso que la cuerda, verte como alguien que es capaz de romper cualquier cuerda que trate de quitarte la libertad de tomar tus propias decisiones. Solo así tendrás el coraje suficiente como para seguir tirando día tras día de la cuerda que te ata.