Cómo tener motivación ILIMITADA

¿Alguna vez has empezado algo con toda la ilusión del mundo y, a las pocas semanas, lo has abandonado? Seguro que sí. Y probablemente le echaste la culpa a perder la motivación. Pero lo cierto es que la motivación no se pierde. Lo que ocurre es que nunca entendiste de dónde venía ni cómo mantenerla sin depender de ella.

La motivación es un estado de ánimo, y como cualquier estado de ánimo, no puedes esperar que sea constante. No estás siempre feliz, ni siempre triste. Entonces, ¿Por qué crees que podrías estar siempre motivado? No puedes. Pero sí puedes aprender a tener tanta motivación que dejes de necesitarla. Un poco como Obelix cuando cayó en la marmita de la poción mágica.

La motivación no es aleatoria

Nada en tu cerebro es aleatorio. La motivación tampoco. Y aunque no puedes controlarla, sí puedes predecir de dónde viene. Todo parte de tres pasos sencillos que debes entender:

Paso 1: Querer de verdad lo que haces

La motivación empieza cuando tienes un motivo poderoso detrás. Y no me refiero a algo bonito como “quiero estar en forma”. Hablo de quererlo de verdad.

Pregúntate: ¿por qué haces lo que haces? Tal vez entrenas porque quieres atraer a más mujeres o a más hombres, o simplemente porque dentro de 30 años no quieres depender de un extraño para levantarte de la taza del váter.

Ese es el motivo más poderoso de todos porque si no cuidas tu cuerpo hoy, mañana estarás peor. Y si esto lo extrapolas a dentro de un año, estarás mucho peor. Pero si lo extrapolas a dentro de 30 años, tu calidad de vida se habrá reducido considerablemente.

Por eso siempre digo que entrenar con pesas es el mejor seguro de vida que puedes tener. Cuando pagas un seguro, pagas por el riesgo de que algo ocurra. Con tu cuerpo pasa lo mismo, con la diferencia de que el riesgo no es aleatorio. Sabes a ciencia cierta que tu cuerpo se va a deteriorar, pero el «seguro» que estás pagando hoy, sirve para reducir y retrasar ese deterioro. Y ese es un motivo lo bastante poderoso como para que la motivación deje de importar.

Paso 2: Saber exactamente qué tienes que hacer

Querer no basta. Necesitas un plan. Mucha gente dice “voy a comer bien” o “voy a ir al gimnasio”. Eso no sirve, porque es tan genérico que no se puede medir.

Haz una lista específica de las acciones que realmente necesitas para lograr tu objetivo:

  • Ir al gimnasio 3 veces por semana.
  • Dormir al menos 7 horas diarias.
  • Llevar un plan de alimentación definido.

Eso es lo que marca la diferencia entre un propósito y una estrategia. Cuando lo tienes claro, el progreso deja de ser algo difuso y se convierte en algo tangible.

Paso 3: Creer que tu plan funciona

La motivación se evapora cuando dudas de si lo que haces sirve para algo. Por eso, aunque técnicamente tu plan no sea perfecto, debes creer en él. Y por eso era importante que en el Paso 2 hubieras incluido cosas medibles y específicas, porque si algo no es específico y no puedes medirlo, no puedes saber si está o no funcionando.

Esa convicción de que lo que estás haciendo te está sirviendo es lo que te mantiene en marcha. Y si además puedes comprobar con datos que lo que haces da resultados, entonces ya no necesitarás nunca más “motivación”, porque el progreso en sí se convierte en la motivación. Es decir, nadie se cansa de progresar y nadie echa en falta la motivación cuando comprueba que hoy está mejor que ayer. Y ayer estaba mejor que la semana pasada. Y la semana pasada estaba mejor que el año anterior. Es como tener motivación ilimitada.

Por eso siempre defiendo tener un plan de alimentación, un diario de entrenamiento e intentar trabajar con herramientas medibles en la medida de lo posible. Es simplemente para poder revisar el progreso (o detectar la falta de progreso) y poder hacer ajustes. Si algo no funciona, lo cambias porque tienes los datos para hacerlo. Pero si tu plan es simplemente “comer bien” o “ir al gimnasio”, ¿Cómo sabes si eso está funcionando?

La magia del progreso visible

Una de las razones por las que tanta gente se engancha al CrossFit no es por las pesas ni por la comunidad (que también), sino por la sensación de superación: apuntar tus tiempos, mejorar tus marcas y ver tu evolución. Esa sensación es adictiva, y la puedes replicar en cualquier gimnasio. Solo necesitas medir tus progresos.

La mayoría de personas encuentra aburrido ir al gimnasio y pierde la motivación al poco de empezar porque no ve resultados, o ni siquiera sabe si los está obteniendo. Van de máquina en máquina como quien pasa por las estaciones de un spa: Ahora chorro frío, ahora vapor, ahora jacuzzi… Y claro, así es imposible mejorar.

Cuando llevas un diario de entrenamiento y ves que hoy levantas más que hace dos semanas, o que aguantas más repeticiones, la motivación ya no depende de tu estado de ánimo, sino de tus propios resultados.

La verdadera motivación es el progreso

El secreto es este: nadie se cansa de progresar. A todo el mundo le gusta mejorar, ver que hoy puede hacer lo que antes no podía. Eso te mantiene en marcha sin depender de frases motivacionales en tazas de desayuno ni vídeos de YouTube.

Y eso es exactamente lo que he intentado construir en mi academia: Un entorno donde tengas todo lo que necesitas para verte mejor, sentirte mejor y rendir mejor. Donde entiendas por qué haces cada cosa, con entrenamientos periodizados, un plan de alimentación hecho por ti paso a paso, y un sistema para medir tu progreso semana tras semana.

Porque cuando puedes ver que estás mejor que la semana anterior, no necesitas motivación, solo seguir avanzando. Y si quieres comprobarlo, puedes inscribirte desde aquí. Cuida de tu cuerpo hoy, y tu cuerpo cuidará de ti mañana.


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